153. Anatomia de un berrinche


Qué dice la ciencia sobre las pataletas

Y cómo cortarlas de raíz antes de que empiecen.

«¿Qué tan pesada es una lágrima?
Depende: la lágrima de un niño Caprichoso pesa menos que el viento,

la de un niño Hambriento pesa más que toda la tierra”.

Gianni Rodari

Ashley Abramson

La hija de seis años de LeAnne Simpson había hecho muchos berrinches antes de la pandemia. Pero, luego de algunas semanas de encierro, las frustraciones menores se convirtieron en un drama, la niña gritaba tirada en el suelo.

“Primero, se frustraba tanto que no podía ni hablar”, dijo Simpson. “Luego empezaba a gritar, se tiraba al piso y rodaba sacudiendo los brazos, muchas veces también me pegaba o me pateaba si me le acercaba”.

Simpson probó todas las estrategias que pudo para calmar los berrinches, desde poner música suave hasta ofrecerle un bocadillo y apretujar a su hija entre cojines del sillón (una técnica para tranquilizar que recomiendan algunos terapeutas).

Pero nada funcionó salvo sentarse ahí cerca, a veces consolándola con palabras o caricias. Después, Simpson le preguntaba a su hija qué la había hecho enojar tanto. “Siempre decía que no sabía”, contó Simpson.

Los arrebatos en niños pequeños son una respuesta fisiológica común pero compleja relacionada con el sistema cerebral de detección de peligro. Durante la crisis es bueno que los padres entiendan qué está pasando bajo la superficie, luego hay que mitigar la “amenaza” al establecer una sensación de seguridad.

PARA LOS PADRES ÉSTO ES FRUSTRANTE…!

Según R. Douglas Fields, neurocientífico y autor de Why We Snap: Understanding the Rage Circuit in Your Brain, una rabieta involucra a dos partes del cerebro. La amígdala procesa emociones como el temor o la ira, mientras que el hipotálamo, entre otras cosas, controla funciones inconscientes como el ritmo cardíaco o la temperatura.

Piensa en la amígdala cómo la alarma de incendios del cerebro y el hipotálamo cómo alguien que está decidiendo si debe echarle agua o gasolina al fuego, pero con hormonas como la adrenalina y el cortisol.

Cuando tu hija de repente comienza a gritar porque tiene que dormir sola en su cuarto durante la noche, es probable que no quiera hacerse la difícil de manera consciente: su amígdala detectó una amenaza y su hipotálamo le detonó el enojo.

Durante la reacción de estrés, tu hijo podría presentar un ritmo cardíaco acelerado, sudoración en las palmas y músculos tensos (o simplemente unas ganas incontrolables de golpearte).

Por mucho que quieras razonar con tu hijo enloquecido, no esperes que te escuche. Para empezar, la reacción de estrés puede ofuscar la capacidad de por sí limitada de un niño para auto controlarse, una función que suele asociarse con la corteza prefrontal, o CPF.

“Cuando hay un incendio en tu hogar, no te quedas sentada y pensando, lo ideal es que tu cuerpo reaccione a todo vapor para que escapes”, dijo Carol Weitzman, pediatra especializada en desarrollo conductual y codirectora del Centro del Espectro Autista en el Hospital Infantil de Boston.

Con un poco de reflexión lógica, los adultos pueden detener una reacción de estrés. “Cuando estás manejando en la autopista y otro automóvil se mete en tu carril, y la sangre te empieza a hervir, es tu corteza prefrontal la que te permite pensar:

‘A ver, no tengo que actuar de esta manera’
explicó Weitzman.

Pero la corteza prefrontal no se desarrolla del todo sino hasta la edad adulta y, de acuerdo con Fields, la inhibición y el control de impulsos son de las funciones más complejas de la CPF:

“Así que cuando intentas razonar
con un niño, estás apelando a una parte del cerebro
que aún no funciona del todo”.

Mary Margaret Gleason, psiquiatra de niños y adolescentes en el Children’s Hospital of the King’s Daughters en Virginia y consultora en la Universidad Tulane, compara las rabietas de los niños con una olla de agua hirviendo, y la CPF con la tapadera.

“En esos momentos, la intensidad de la emoción sobrepasa la capacidad del niño para reconocerla, así que las emociones llegan a ser más fuertes que la tapadera”, dijo.

Por fortuna, con tu cerebro ya desarrollado, puedes ayudar a tus pequeños a tapar la olla durante un momento de crisis usando tu propia corteza prefrontal como sucedáneo.

Antes de conectar con tu hijo enojado, es útil que primero regules tu propia reacción al estrés, (cuenta del 1 al 10) dijo Lisa Dion, terapeuta de juego y fundadora del Instituto de Terapia de Juego Sinergético en Boulder, Colorado.

Si tu hijo no corre ningún peligro, sal de la estancia para respirar profundo o desahogarte con tu pareja, lo que sea que necesites para reducir tu frustración.

Esto, de acuerdo con Katie Rosanbalm, una investigadora científica senior en el Duke Center for Child and Family Policy, te permite usar tu temperamento tranquilo para calmar a tu hijo.

No está del todo claro el funcionamiento de esto: quizá haya varios componentes fisiológicos, pero es probable que tenga que ver con las neuronas espejo, que son células cerebrales que se activan al ver el comportamiento de otras personas. Por ejemplo, ver a alguien correr, al parecer activa una región cerebral parecida a cuando uno mismo corre.

La investigación sobre las neuronas espejo en niños es escasa, y todavía hay mucho por aprender. Pero lo que sí saben los científicos sobre este grupo de células cerebrales podría a ayudar a los padres a entender cómo sus reacciones influyen en los niños pequeños (y tal vez incluso en los recién nacidos).

Por ejemplo, se ha encontrado que las neuronas espejo no solo están en las áreas motoras del cerebro, sino también en las áreas que tienen que ver con las emociones. La misma parte del cerebro que se activa cuando estás feliz también podría activarse cuando ves a otros felices.

“Así que tu hijo quizá no solo hace lo que tú haces, sino que siente lo que tú sientes”, dijo Marco Iacobini, neurocientífico y profesor de ciencias de la biología del comportamiento en la Universidad de California, campus Los Ángeles.

También es importante que acompañes tu calma emocional con señales que transmitan calidez y empatía, para indicarle a la amígdala de tu hijo que no hay peligro, según explica Rosanblum: “La amígdala deja de enviar la señal de alarma, lo cual hace que se detenga la avalancha de la respuesta al estrés”.

En el proceso de tranquilización, concéntrate más en tus acciones que en tus palabras: tus hijos pueden calcar tus emociones con tan solo ver tu comunicación no verbal, como tu postura corporal, el tono de tu voz y tus gestos.

Charles Nelson, profesor de pediatría y neurociencia en la Escuela de Medicina de Harvard y el Hospital Infantil de Boston, sugirió agacharte y hacer contacto visual con tu hijo durante el berrinche, lo que demuestra que lo escuchas y lo atiendes.

Mientras que a algunos niños molestos
les puede gustar el contacto físico de un padre, a otros
les puede resultar abrumador.

También puedes animar a tu hijo a que se tranquilice con otro tipo de estrategias sensoriales tranquilizantes. Ofrécele un juguete pídele que lo empuje contra la pared o simplemente anímalo a que respire lenta y profundamente. Pero intenta introducir estas habilidades de afrontamiento antes de que se produzca una crisis, para que pueda manejar un berrinche por sí mismo una vez que ocurra.

No le expliques al niño por qué debería calmarse; esto rara vez funciona cuando el estrés está a todo lo que da.

Una vez que la corteza prefrontal de tu hijo vuelva a estar en funcionamiento (que de cualquier manera a esa edad no está desarrollada del todo), ayúdalo a hacer una narrativa sobre su disgusto. Shanna Donhayser, terapeuta familiar y de niños, sugirió validar cuán difícil fue el momento en cuestión y a repetir lo que pasó.

Nota: Mamá también se cansa, se enoja, siente ganas de desaparecer…
Antes de juzgarla por perder la paciencia, ofrecele ayuda…!

(Algunos padres en ocasiones recurren a la nalgada o la chancla)

Artista-maRina maRcoLin

152. Hoy es mi eternidad

Hoy es mi eternidad…!

cbPrayer 001
Cuando caminas por un bosque que no ha sido domesticado
por la mano del hombre, no sólo ves abundante vida a tu alrededor;
también encuentras a cada paso árboles caídos y troncos desmoronados,
hojas podridas y materia en descomposición.

Dondequiera que mires, encontrarás muerte además de vida.

¿Qué puedes aprender de esto?
La muerte no es lo contrario de la vida.
La vida no tiene opuesto.
Lo opuesto de la muerte es el nacimiento.
La vida es eterna.

La mayoría de las personas se alejan atemorizadas de la muerte;
pero si no te acobardas y afrontas el hecho de que tu cuerpo es pasajero
y podría desvanecerse en cualquier momento, se produce cierta
desidentificación,
por pequeña que sea, de tu forma física y psicológica, del «yo».

Cuando ves y aceptas la naturaleza impermanente de todas las formas de vida, te sobreviene una extraña sensación de paz.
Cuando se niega la muerte, la vida pierde su profundidad.
La posibilidad de saber quiénes somos más allá del nombre y la forma,
la dimensión trascendente, desaparece de nuestras vidas porque la muerte es la puerta a esa dimensión.

Si puedes aprender a aceptar, e incluso a dar la bienvenida
a los finales de tu vida, tal vez descubras que el sentimiento de vacío,
que inicialmente te pareció incómodo, se convierte en una sensación de espacio interno que es profundamente apacible.

Aprendiendo a morir diariamente de este modo, te abres a la Vida.
Mientras sólo conozcas la identidad vinculada a la forma, no serás consciente de que esa preciosidad es tu propia esencia, tu sentido
Yo Soy más interno, que es la conciencia misma.

Es lo eterno en ti, y eso es lo único que no puedes perder.

Cuando una forma con la que te habías identificado
inconscientemente y que considerabas parte de ti te deja
o se desvanece, eso puede ser muy doloroso. Podría decirse
que deja un agujero en la trama de tu existencia.

Cada vez que se produce una muerte, cada vez que una forma de vida se desvanece, Dios, el informe e inmanifestado, brilla a través de la abertura dejada por la forma disuelta. Por eso lo más sagrado de la vida es la muerte.

Por eso la paz de Dios puede llegar hasta ti en la contemplación y en la aceptación de la muerte. Algunas personas entran en una paz profunda y se vuelven casi luminosas justo antes de morir, como si algo brillara a través de la forma que se está desvaneciendo.

A veces ocurre que personas muy enfermas o mayores se vuelven casi transparentes, metafóricamente hablando, en las últimas semanas, meses o incluso años de sus vidas. Cuando te miran, puedes ver la luz que brilla a través de sus ojos. No queda sufrimiento psicológico.

Se han rendido, y por tanto la persona, el «yo» egótico de fabricación mental, ya se ha disuelto. Han «muerto antes de morir», y han encontrado esa profunda paz interna que es la realización de lo inmortal dentro de ellos.

Cada accidente o desastre contiene una dimensión potencialmente redentora de la que no solemos ser conscientes. El tremendo impacto de la muerte inminente y totalmente inesperada puede obligar a tu conciencia a desidentificarse completamente de la forma. En los últimos momentos antes de la muerte física, y mientras mueres, te experimentas como conciencia libre de forma.

De repente ya no queda temor; sólo paz y el conocimiento de que «todo está bien» y que la muerte sólo es la disolución de la forma. Entonces reconoces que la muerte es ilusoria, tan ilusoria como la forma con la que te habías identificado y creías ser.

Recuérdalo cuando estés sentado junto a un moribundo.
Estar presente como testigo y compañero en la muerte de
una persona es un gran privilegio y un acto sagrado.

Cuando te sientes con la persona moribunda, no niegues ningún aspecto
de esa experiencia. No niegues lo que está ocurriendo ni niegues tus sentimientos. El reconocimiento de que no puedes hacer nada podría hacer que te sintieras impotente, triste o enfadado.

Acepta lo que sientes.

Después ve un paso más allá: acepta que no puedes hacer nada, y acéptalo completamente. No controlas lo que está pasando. Ríndete profundamente a cada aspecto de la experiencia, tanto a tus sentimientos como a cualquier dolor o incomodidad que el moribundo pueda experimentar.

Tu estado interno de rendición y la quietud que lo acompaña serán una gran ayuda para el moribundo que facilitará su transición.
Si es necesario decir algo, las palabras brotarán de tu quietud interior.
Pero serán secundarias.

Con la quietud viene la bendición: la paz.


El Silencio habla

-Muerte y Eternidad-
Eckhart Tolle

151. El Cuerpo-Dolor

El  Cuerpo Dolor

El Cuerpo Dolor

Mi pobre yo infeliz…!

En su mayor parte, nuestro proceso de pensamiento es involuntario, automático y repetitivo. No es más que una especie de estática mental que no cumple ningún propósito real.

……Estrictamente hablando, no pensamos.!
……………El pensamiento es algo que nos sucede.!
……………………..La voz de la mente tiene vida propia.!

La mayoría de las personas están a merced de esa voz, lo cual quiere decir que están -Poseídas por el Pensamiento-, por la mente.

Y puesto que la mente está condicionada por
el pasado, empuja a la persona a -Revivir el Pasado- una y otra vez.

Ninguna emoción negativa que no enfrentemos y reconozcamos por lo que es, puede realmente disolverse por completo.

Deja tras de sí un rastro de dolor..

Todos los vestigios de dolor que dejan las emociones negativas fuertes y que no se enfrentan y aceptan para luego dejarse atrás, terminan uniéndose para formar un campo de energía residente en las células mismas del cuerpo.

Este campo de energía hecho de emociones
viejas pero que continúan muy vivas en la mayoría de las personas, es el -cuerpo del dolor-

Las personas cuyo -cuerpo del dolor- es más pesado, generalmente tienen mayores oportunidades de despertar espiritualmente, que quienes llegan con un cuerpo relativamente liviano.

Mientras algunas permanecen -atrapadas en sus cuerpos densos-, muchas otras llegan a un punto en que ya no toleran su infelicidad, de manera que se acentúa su motivación para despertar.

El comienzo de la libertad implica que para liberarnos del -cuerpo del dolor- debemos, ante todo, reconocer que lo tenemos.

Después, y más importante todavía, es preciso mantenernos lo suficientemente presentes y alertas para notar el -cuerpo del dolor- cuando se activa en nosotros, como un flujo pesado de emoción negativa.

Cuando lo reconocemos, ya no puede fingir que es nosotros, ya no puede hacerse pasar por nosotros, ni vivir ni renovarse a través de nosotros.

La identificación con el cuerpo del dolor se rompe con la
-Presencia Consciente-

Cuando dejamos de identificarnos con él, el -cuerpo del dolor- pierde todo control sobre nuestra forma de pensar y, por tanto, no puede alimentarse de nuestros pensamientos para renovarse.

El papel de los -cuerpos del dolor- en los accidentes de tránsito se aprecia más claramente en el fenómeno de los conductores iracundos, que se tornan físicamente violentos por nimiedades como por ejemplo la lentitud del vehículo que va adelante.

Muchos actos de violencia son cometidos por personas «normales» que pierden la cabeza transitoriamente.

En los procesos judiciales del mundo entero se oye a los abogados de la defensa decir, «esto no corresponde para nada con el carácter de esta persona», y a los acusados decir, «no sé qué me pasó”.

En el gran esquema de las cosas, los seres humanos están destinados a evolucionar hasta convertirse en seres conscientes, y quienes no lo hagan sufrirán las consecuencias de su inconsciencia. Estarán en disonancia con el ímpetu evolutivo del universo..!

PRESENCIA

Relato:

Un día vino a verme una mujer de unos treinta años. Cuando me saludó, pude sentir el sufrimiento a pesar de su sonrisa amable y superficial.

A los pocos segundos de comenzar a contarme su historia, su sonrisa se convirtió en una mueca de dolor. Entonces rompió a llorar inconsolablemente.

Me dijo que se sentía sola y fracasada. Estaba llena de ira y tristeza. Siendo niña había sufrido los abusos de un padre físicamente violento.

Vi claramente que su sufrimiento no se debía a las circunstancias de su vida en ese momento sino a que cargaba el peso de un -cuerpo del dolor- muy denso.

-Su cuerpo del dolor-
se había convertido en el filtro a
través del cual veía la situación de su vida.

Todavía no estaba en capacidad de ver la conexión entre el dolor emocional y sus pensamientos, puesto que estaba completamente identificada con ambos.

No podía reconocer que estaba alimentando su -cuerpo del dolor- con sus pensamientos. En otras palabras, vivía con la carga de un yo muy infeliz.

Sin embargo, en algún nivel debió reconocer que la fuente del sufrimiento estaba en su interior, que ella misma era su carga. Estaba lista para despertar y por eso había acudido a mí.

Le pedí que llevara su atención a lo que sentía en el interior de su cuerpo, y que sintiera la emoción directamente, no a través del filtro de sus pensamientos de infelicidad, de su historia de tristeza.

Dijo que había venido con la esperanza de que yo le mostrara el camino para salir de su infelicidad, no para entrar en ella.

Sin embargo, hizo lo que le pedí, aunque con algo de renuencia. Lloraba y temblaba. «Eso es lo que siente en este momento», le dije, no hay nada que pueda hacer ahora porque eso es lo que siente en este momento.

Entonces, en lugar de cambiar la forma como se siente en este momento, lo cual generará más sufrimiento, ¿cree posible aceptar por completo lo que siente ahora?»

Guardó silencio unos instantes. Súbitamente se mostró impaciente como si quisiera levantarse y dijo enojada, «no, no deseo aceptar esto».

«¿Quién está hablando?», le pregunté,
«¿usted o su infelicidad?
¿Se da cuenta de que su infelicidad
por estar infeliz es otra capa más de infelicidad?»

Calló nuevamente.

«No le estoy pidiendo que haga algo. Lo único que le pido es que trate de descubrir si le es posible permitir que esos sentimientos residan ahí.

En otras palabras, y esto puede parecerle extraño, ¿qué sucede con la infelicidad? ¿No desea averiguarlo?”.

Me miró intrigada durante unos momentos, y al cabo de un minuto de silencio, noté un cambio importante en su campo de energía.

Dijo, «es raro, todavía me siento infeliz, pero ahora hay un espacio alrededor, parece que me pesara menos».

Fue la primera vez que alguien utilizó esa descripción:

-Hay espacio alrededor de mi infelicidad-

Ese espacio se produce cuando aceptamos interiormente lo que estamos experimentando en el presente. No dije mucho más para dejarla vivir su experiencia.

Más adelante comprendió que en el mismo momento en que dejó de identificarse con el sentimiento, con esa emoción dolorosa que vivía en su interior, tan pronto como centró su atención sin tratar de resistirse, ese sentimiento ya no podría controlarla ni controlar su pensamiento, ni mezclarse con una historia inventada por su mente y titulada:

«Mi pobre yo infeliz»

Encontró otra dimensión en su vida,
la cual trascendía ese pasado personal:
La dimensión de la -Presencia-

Puesto que es imposible ser infeliz sin
una historia triste, hasta ahí llegó su infelicidad.

También fue el comienzo del fin de su:
-Cuerpo del dolor-

La infelicidad no es más que la
combinación de la emoción con una historia triste.

Cuando terminó nuestra sesión, fue muy satisfactorio para mí, ver que venía de ser testigo del surgimiento de la -Presencia- en otro ser humano.

La razón misma de nuestra existencia en forma humana, es traer a este mundo esa dimensión de la conciencia.

También había visto cómo se había disminuido el -cuerpo del dolor-, no como consecuencia de una lucha, sino al proyectar sobre él la luz de la conciencia.

A los pocos minutos de irse mi visitante, se presentó una amiga a dejarme algo. Tan pronto como entró en la habitación dijo, «¿qué pasó aquí?» Se siente una energía pesada y lóbrega. Casi podría decir que me siento mal. Debes abrir las ventanas y quemar incienso».

Le expliqué que venía de presenciar una gran liberación en una persona con un -cuerpo del dolor- muy denso, y que lo que estaba sintiendo seguramente era parte de la energía liberada durante esa sesión. Sin embargo, mi amiga no quiso quedarse para escuchar toda la historia. No veía la hora de salir.

Abrí las ventanas y salí a cenar en un restaurante indio cercano.

Lo que sucedió allí fue
otra confirmación más de lo que ya sabía:

Que en un plano, todos los
-Cuerpos del Dolor-
aparentemente individuales, están conectados.

Sin embargo, la forma como
obtuve la confirmación fue bastante estremecedora.


Artista-Ewa Hauton

150. Las plañideras en el año 2020


Llorar es desagradable.
Nos deja con los ojos hinchados y, si las lágrimas
brotan en el momento inapropiado, queda la persona quizás
con un poco de vergüenza por haber cedido a un impulso inexplicable e infantil.

Pero no hay que preocuparse si la emoción te invade. Los expertos aseguran que, de vez en cuando, derramar algunas lágrimas es todo lo que necesitamos para recomponernos ante la tristeza o la frustración.

Narración:

En defensa de un buen
llanto y otras opciones para desahogarse.

En México, como en otros lugares que celebran el -Día de Muertos- para recordar a los difuntos, la festividad fue trastocada por la pandemia (COVID) año 2020: los cementerios estuvieron cerrados, los desfiles se cancelaron y muchas familias no lograron reunirse con sus seres queridos. Lo cual les quitó a muchas personas la oportunidad de llorar de manera colectiva a sus fallecidos.

Pero eso no impidió que un pueblo adaptara su tradicional concurso de -∗ Plañideras a la era virtual-, invitando a los participantes a llorar a moco tendido… en video.

Esa ciudad se adaptó a la pandemia, por lo que decidió poner en línea su tradición anual de seleccionar a la mejor -Plañidera- del país, y en el proceso les dio a los mexicanos la oportunidad de compartir un llanto sanador y catártico.

∗ Plañideras: mujeres que se alquilan para
llorarle a un muerto aunque no sea de su familia.

San Juan del Río, Querétaro, ubicada en el centro de México, se toma muy en serio la visión única del país sobre la muerte, la cual se acepta como parte de la vida.

Una de sus principales atracciones es el Museo de la Muerte.

Y otra su concurso anual de -Plañideras-, creado para honrar la antigua práctica de contratar mujeres para que se presenten y lloren en los entierros, y eso atrae a cientos de espectadores.

Normalmente, las concursantes se turnarían para llorar en vivo frente al público, pero los riesgos sanitarios planteados por este acto eran demasiado altos. El virus (COVID) ha matado a más de 92.000 personas en México y los casos siguen aumentando.

Después de consultarlo con el patrocinador del concurso, una funeraria local y el Instituto de Cultura, Turismo y Juventud Municipal anunció el mes pasado que aceptaría inscripciones en video por correo electrónico.

Se invitó a las participantes a enviar videos en los que aparecieran llorando durante un máximo de dos minutos para ser evaluadas por un panel de jueces. Veintisiete concursantes enviaron sus videos, el doble del número de participantes del año pasado.

Muchas de las participantes adoptaron un enfoque melodramático al grabar sus dos minutos de llanto correspondientes frente a una tumba y llorar y gritar con la energía de una estrella de telenovela.

Otras se decantaron por un estilo humorístico, como una mujer de Aguascalientes que estalló en llanto por el aparente inicio de su menopausia, dedicándole sus lágrimas a su ausente periodo.

1.- Una de las concursantes, una actriz,
lloró profesionalmente cerca de una tumba.

2.- Otra repetía “apenas lo vi ayer” entre sollozos.

3.- Y otra más, en lugar de inspirarse en un ser querido,
no tuvo mejor idea que pensar en este año 2020 para, como muchos de nosotros tal vez, echarse a llorar desconsoladamente.

4.- Una mas decía: “Siempre fuiste bien puntual”, se lamentó.
“Y un día, sin avisarme, ya no volviste”.

Durante años, el concurso estuvo dominado por un dúo de madre e hija que con regularidad ganaban el primer lugar. Sin embargo, no participaron ese año, lo que dejó el premio disponible para nuevas participantes de todas partes de México.

Princesa Katleen Chávez Arce, de Baja California, obtuvo el primer lugar y ganó un premio en efectivo de unos 164 dólares. Chávez, quien es actriz, nunca había llorado de manera profesional. Pero este 2020, dijo, le proporcionó mucha experiencia como amateur.

Tras mudarse a Ciudad de México para intentar actuar en cine, la pandemia acabó con sus oportunidades laborales. En septiembre se rindió y regresó a casa.

“Me llegó la crisis”, comentó.
“Entonces sí, lloré y estuve como una semana sin hacer absolutamente nada”.

En el video de Chávez, muy bien producido, la actriz comienza riéndose para luego hacer una transición a un sollozo mientras contempla la tumba de un fallecido cerca de su ciudad natal.
“Le pedí permiso antes de hacer este ejercicio”, afirmó.

En segundo lugar quedó Ma Silveria Balderas Rubio, cuyas hijas se enteraron del concurso en línea y la convencieron de que participara. Silveria, de 58 años, dijo que pretendió ser una de las dolientes inconsolables que ha visto en funerales, para lograr transmitir la emoción suficiente.

“He asistido a entierros
donde la gente llora así, y tiene sentido, pero pues
no puedo llorar así”, dijo Silveria.
“Lloro, pero no así”.

Su actuación, grabada con un celular en una sola toma, planteó un dilema para los jueces. Por un lado, el video era lo más simple posible, grabado en una mísera habitación sin ningún ataúd visible en el encuadre tembloroso. Sin embargo, el llanto de angustia y la respiración hiperventilada de Silveria, junto con sus palabras insistentes que repetían: “Apenas lo vi ayer”, parecían muy reales.

“Es muy casero el video y solo llora”, señaló Juan Carlos Zerecero, un profesor de teatro local que fungió como jurado en el concurso. Sin embargo, dijo, esa es la idea. “Eso es lo que les estamos pidiendo, ¿no?”, dijo. “Pues entonces a mí me pareció que está llorando de una manera muy veraz”.

Silveria mencionó que luego de ver el video deseó haber hecho algo más dramático con su cuerpo, como otras concursantes que “se lanzaron a la tumba, se agarraron al ataúd y cosas así”.

Quizás la participación con la que fue más fácil identificarse fue la de Brenda Anakaren Torres Villarreal, quien le dedicó su video de llanto al año 2020. “Torres Villarreal, de 31 años, roció a su camarógrafo con desinfectante antes de quitarse un cubrebocas y gritar sobre cómo este año nos dejó “deprimidos, sin trabajo y en cuarentena”.

Su inspiración, dijo, fue la inconcebible cantidad de horrores que ocurrieron este año. “Sin lugar a dudas, uno de los peores que hemos vivido”, sentenció. “Si no le lloras a 2020, no le lloras a nada”.

Sin embargo, su intención no fue regodearse en el dolor sino reírse de toda esta miseria, dijo Torres Villarreal.

“Los mexicanos tenemos la capacidad de siempre encontrarle la comedia a lo más trágico”, dijo. “Como dicen, encontrarle el lado bueno, aunque no tenga”.

Nota:
Debido a la “tradición” solo convocaron a mujeres a la competencia, aunque afirmó que la ciudad estaba abierta a permitir la participación de llorones masculinos.

“Sin lugar a dudas 2020,
un año de los peores que hemos vivido”, dijo.
“Si no le lloras a 2020, no le lloras a nada”.

Llora un poquito.
Y luego sécate las lágrimas y sigue adelante.

Acuéstate en posición fetal,
come un helado, llama a un amigo: en esta época difícil,
se vale perder el control (de manera razonable).

Artista-arunas rutkus

 

149. Becky levántate, tu mama se suicida


La impotencia y el trauma

de crecer con una madre alcohólica..

Becky y su madre…

Crecer con un padre o madre que tiene un problema con la bebida puede afectar a los niños de muchas maneras y muy profundamente.

Los hijos de alcohólicos tienen más probabilidades de sufrir depresiones, tener problemas en la escuela y experimentar abuso y violencia en el hogar.

Muchos son los que descubren que aún sufren estas consecuencias cuando son adultos, como Becky Ellis Hamilton.

Narración:

Era sábado por la noche y Becky, que entonces tenía 13 años, ayudaba a su madre Pat a prepararse para salir.

La mujer pasaba la mayoría de los fines de semana con su pareja y dejaba a la niña en casa con su abuela.

Mientras se arreglaba para una nueva salida, Pat se sentó en la tapa del inodoro mientras su hija le colocaba delicadamente sus lentes de contacto, luego le pasó suavemente la sombra de ojos lila por los párpados y lápiz labial rosa alrededor de la boca.

Pat era alta y hermosa y parecía joven a los 53 años, cuenta Becky. La madre estaba animada esa noche, tratando de hacer bromas. Sin embargo, la niña estaba molesta con ella.

«Me sentí muy frustrada. Solo quería decirle sé que has estado bebiendo, ¿por qué lo hiciste? No has bebido en años'», relata.
Pero no dijo nada.

Y con el maquillaje completo, Pat se despidió de Becky con un beso y se fue.

Botellas escondidas.
Desde muy pequeña, supo que su madre era bebedora, a pesar de que Pat no bebía delante de ella y nunca hablaba del tema.

Becky todavía recuerda el olor que flotaba alrededor de su madre, un aroma que, según describe, parece filtrarse por los poros.

«Se notaba de inmediato, ella simplemente cambió, fue como si tan pronto como comenzó a beber se perdiera», afirma.

Pat cuando era joven.
Pat escondía botellas de vodka por diferentes lugares de su casa. Debajo del colchón, entre las toallas del armario del baño, en la cisterna del inodoro. Tomaba en secreto y bebía hasta cinco días de cada siete.

Si Becky alguna vez encontraba una de las botellas escondidas de su madre vertía el vodka y lo reemplazaba con agua. Luego devolvía con cuidado la botella a su escondite. Pero ninguna de los dos habló de eso. Había una regla tácita en la familia: no mencionarlo.

Protección.
«No quería meter a mi madre en problemas. Tenía miedo de que alguien se enterara y de que me alejaran de ella. Sabía que mi madre me necesitaba», afirma la hija Becky.

Añade que sentía que era su responsabilidad protegerla. «Si no hubiera estado allí, mi abuela no podría haberlo hecho».

Becky ni siquiera llegó a contarle esto a sus amigos más cercanos y solo los invitaba a pasar la noche en casa los fines de semana en los que su madre no estaba.

«Era un arreglo que no
se había discutido, pero que convenía a todos», explica.

De hecho, las únicas personas que Becky escuchó hablar sobre el problema con la bebida, fueron su abuela y sus medias hermanas, las hijas de Pat de su primer matrimonio. Ellas eran mucho mayores y se habían quedado con su padre después de la separación.

«Creo que mi abuela estaba avergonzada, no de mi madre, sólo del estigma. Nadie sabía qué hacer con mi madre y simplemente no existía el apoyo que hay ahora», sostiene la hija.

«Mi madre era alcohólica
y era un enorme secreto», concluye..

Becky con 6 años en un viaje con su madre.
Becky se acostumbró al comportamiento errático de Pat. Encontrar a su madre vomitando o inconsciente no eran hechos inusuales.

Y se acostumbró a las decepciones. Una noche, ella y su abuela fueron a buscar a Pat a su trabajo en una tienda de ropa interior para ir a ver las luces de Navidad, pero la emoción de la niña pronto se disolvió cuando vio la mirada en los ojos de su madre y la oyó arrastrar las palabras.

A veces, en las noches de bingo de su abuela, Becky se encontraba a solas con su madre después de la escuela y hacía todo lo posible para tratar de mantener la mente de su madre fuera de la bebida.

«Estaba constantemente preocupada y constantemente nerviosa, porque una vez que ella tomaba una copa, eso era todo, yo debía estar en guardia, cuidándola toda la noche», cuenta.

Cuando Pat se daba cuenta de que no había alcohol en la casa, le pedía a su hija que la acompañara a caminar hasta la tienda.

«Cuando regresábamos a mitad de camino y ella decía: ‘Oh, me olvidé de algo, solo espera aquí’, yo sabía que volvería por alcohol», recuerda Becky.

Silencio.
A veces, mientras Pat estaba borracha lloraba, le decía a su hija que solo quería ser amada y repasaba todas las cosas malas que le habían pasado. La pequeña se sentaba a escuchar y le aseguraba a su madre que la amaba. Luego ella intentaba persuadir a su madre para que se fuera a la cama.

«Cuando vivíamos en casa de mi abuela, mi madre y yo compartíamos un dormitorio, así que tenía que meterme en la cama con ella y esperar a que se durmiera. Luego me escabullía y llamaba a mi hermana por teléfono en el pasillo», recuerda. Pero si Pat se despertaba, se enojaba cuando se daba cuenta de que Becky no estaba allí.

«Ella comenzaba a llorar y a decir ‘no me amas’ o ‘me vas a dejar’. Luego tenía que volver a la cama y empezar de nuevo», relata.

Cuando la madre se quedaba dormida o se desmayaba bebiendo, incluso si era muy tarde y estaba cansada, Becky se sentía demasiado incómoda para dormir. De vez en cuando solo sostenía un pequeño espejo frente al rostro de su madre para comprobar que aún respiraba.

Y a la mañana siguiente, todavía oliendo a alcohol, Pat actuaba como si nada hubiera pasado.

«Me daba un abrazo si sabía que había hecho algo mal, que me había molestado o si había sucedido algo dramático la noche anterior», dice Becky.

Ella añade que esa era la forma de Pat de reconocer lo que había hecho sin abordarlo. «Fue extraño, para ser honesta, era como si ella fuera una persona diferente», indica.

Cuando estaba sobria, Pat era «la mamá más increíble y perfecta. Tan amable y divertida», dice Becky. Y hubo períodos en los que le iba relativamente bien reduciendo su ingesta.

Doloroso pasado.
Sin importar cuántos períodos estuvo en clínicas de rehabilitación (en una de esas ocasiones le dijeron a Becky que su mamá «se quedaría en casa de un amigo»), o cuánta fuerza de voluntad reunió para alejarse de la bebida, Pat parecía no poder ahuyentar a los demonios que la llevaron a automedicarse.

«Cuando estaba borracha, me contaba cómo fue
abusada de niña y nos dijo que era alguien de la familia», cuenta Becky.

En ocasiones las cosas se le ponían tan difíciles a Pat que intentaba acabar con todo. Becky recuerda al menos tres intentos de suicidio mientras crecía y cree que su madre probablemente lo intentó varias veces antes de que ella naciera.

«Estoy segura de que había más, mamá llegaba a un punto de desesperación», afirma.

Una noche, cuando era niña, probablemente ni siquiera tenía 5 años, sus hermanastras estaban de visita durante el fin de semana y el padre de Becky había salido.

«Mamá empezó a beber, se puso en un grave estado y desapareció con un montón de tabletas», recuerda la hija.

Cuenta que no pudieron encontrarla, por lo que las hermanas fueron a buscar al padre de Becky.

«Luego recuerdo que me pusieron en el cochecito de muñecas y mi papá dijo: ‘Llévala a casa de su abuela'», narra.

Salieron caminando al lugar, en medio de la oscuridad y Becky recuerda que vio una ambulancia.

Pat fue encontrada tendida en un banco del parque y trasladada de urgencia al hospital. Cuando fue dada de alta, nadie le explicó a Becky lo sucedido, ni dijo nada al respecto.

La lucha.
Aunque el matrimonio de sus padres no había durado y su madre no había dejado de beber por completo, cuando Becky tenía 13 años pensaba que las cosas estaban mejorando. Su madre tenía una nueva pareja agradable y solo consumía alcohol los fines de semana, cuando estaba en casa de Brian.

«Tengo más recuerdos felices de ella en ese período de tiempo», cuenta Becky.

Según afirma, el hecho de que Pat conociera alguien que realmente se preocupaba por ella, por su hija y por la abuela «le dio más razones para intentarlo».

En uno de esos días de sobriedad, vio que Pat colocaba una marca positiva en su diario. Como la que los maestros colocan cuando un ejercicio es correcto.

«No hablamos de eso, pero recuerdo haberlo visto y contar hasta 10. Y estar tan feliz de que finalmente mamá estaba mejorando. Pensé, ‘¡sí! Lo ha resuelto'».

Pero luego algo cambió. Las marcas en el diario cambiaron a signos de interrogación. Pat estaba bebiendo de nuevo.

Ese sábado.
Y llegaron a ese sábado por la noche, después de que Becky terminara de maquillar a su madre. Pat partió hacia la casa de Brian. Es posible que bebiera más en el camino, cuenta Becky, ya que Brian le dijo que se durmiera y salió solo. Pat intentó dejar de beber cuando empezó a salir con su novio Brian.

A la mañana siguiente, aproximadamente a las seis o siete, sonó el teléfono y su abuela despertó a Becky.

«Becky, levántate, tu mamá se suicidó..!!»,
gritaba una y otra vez.

Ella salió corriendo de la casa hacia la de Brian. Se detuvo en la calle cuando vio las ambulancias. No tenía los zapatos puestos y solo vestía su camisón. «Fue como una especie de sueño, pero sabía que esto iba a suceder, me había estado preparando», relata.

Añade que Pat se derrumbó en el piso de Brian y sufrió una falla orgánica importante, muriendo «casi instantáneamente». Pat tenía niveles extremadamente altos de alcohol en su torrente sanguíneo.

«Esto suena horrible, pero te vuelves un poco insensible porque has tenido que poner esa cara de valiente desde que eras una niña», afirma Becky.

Dice que es triste, pero esa era su realidad.

El periódico local, el Scunthorpe Telegraph, publicó un artículo sobre la muerte de Pat poco después.

«Ninguno de mis amigos sabía nada hasta que ella murió, pero eso me puso en una posición en la que me vi obligada a aceptar que teníamos este enorme secreto que pensaba que era normal», indica Becky.

Cuando volvió a la escuela ya todos lo sabían. «Fui un poco intimidada y escuché algunos chistes realmente horribles sobre mi madre y cómo murió. Y la gente decía que fue mi culpa» recuerda. Becky dice que hubo falta de apoyo formal de su escuela.

«Tuve un maestro que un día me llevó a un lado y me preguntó que qué estaba pasando, así que él siempre era a quien acudía si empezaba a sentirme mal», cuenta.

Lidiar con la muerte.
El día que la niña sufrió un colapso en su lección de matemáticas, la maestra supo exactamente lo que estaba pasando (era el primer aniversario de la muerte de su madre).

«No sabía cómo afrontar la situación o qué hacer. Simplemente no podía procesarlo, era horrible», afirma.

Para ella todo se había centrado en cuidar a su mamá y ahora se había ido.

Pese a los años, Becky todavía está procesando la pérdida de su madre. Se siente frustrada por el «silencio tóxico» que rodeó tanto el abuso que Pat experimentó de niña como su alcoholismo posterior. Pero ella no culpa a nadie. «En ese entonces era algo generacional», afirma.

Becky muchos años después, con su esposo Jay.
Becky desearía haber hablado con su madre o haber buscado ayuda para ella en otro lugar.

«Probablemente lo único que lamento es no haberlo hecho. En ese momento no me atreví porque tenía programado en mí que si hablaba con ella sobre el tema, simplemente empeoraría. Pero si hubiera hablado con alguien fuera del círculo familiar, tal vez habrían tenido la fuerza para hablar con ella y hablar podría haber sido todo lo que se necesitaba», indica.

Adulta.
Han pasado casi 18 años desde que Pat murió y estar con gente borracha todavía hace que Becky se sienta incómoda.

«Me asusto y luego me vuelvo muy controladora porque siento que tengo que asumir ese papel. No puedo relajarme o dejar de vigilarlos, soy muy consciente», indica.

Hace dos años, en la víspera de su boda, el novio de Becky, Jay, estaba celebrando con unas copas. «Y me di cuenta de lo desencadenante que fue para mí y dejé que me arruinara el día siguiente», cuenta.

Jay no bebe alcohol desde entonces y para Becky es algo «increíble».

Desde noviembre del año pasado, Becky también dejó de probar alcohol. Nunca fue bebedora frecuente porque siempre tuvo el miedo, en el fondo de su mente, de terminar como su madre.

No mucho después de la muerte de su madre, a Becky le diagnosticaron un trastorno bipolar y, aunque siempre tomó sus medicamentos, en realidad no se estaba cuidando.

Luego, hace dos años, en la época de su matrimonio con Jay, se dio cuenta de que necesitaba ayuda, tanto para la depresión como para poder procesar el trauma que experimentó al crecer.

A través de su propia investigación, descubrió organizaciones que apoyan a las personas que han crecido con padres alcohólicos.

«Pensé que era la única persona que encontraba botellas de vodka en la cisterna del inodoro hasta que encontré esta comunidad y hablé con personas que estuvieron en la misma situación», sostiene. Y eso añade, que eso le quitó un gran peso de encima.

Becky ahora tiene una red de personas con las que puede hablar y que sienten empatía por las experiencias de su infancia, y descubrió un nuevo propósito entrenando a gente para apoyar a los adictos en sus propios tratamientos de recuperación.

«Me he encontrado a mí misma y mi confianza ha crecido»,
y señala que su madre hubiera
querido que hiciera lo que la haga feliz.

«Lo que me hace feliz es ayudar a personas como ella».

 

Si tú o alguien que conoces está considerando quitarse la vida, contacta inmediatamente con tu Línea Nacional de Prevención al Suicidio:

México: (55) 5259-8121, o visita http://www.saptel.org.mx/

EEUU: 1-800-273-TALK (8255), o visita suicidepreventionlifeline.org

Argentina: tel:135 (línea gratuita) (011)5275-1135 o visita https://www.casbuenosaires.org.ar/