96. Las enseñanzas de Don Juan-Los pinches tiranos


En sus libros, Carlos Castaneda describe
de primera mano lo que dice, fue su experiencia
con la orientación del chamán yaqui llamado don Juan.

Un -Pinche Tirano- es alguien, o algo,
que aparece en tu vida, y te la empieza a hacer imposible.
Saca lo peor de ti y revive tus peores proyecciones,
busca la basura del fondo del saco y se pone como túnica tu sombra,
tus miedos y tu orgullo.

Carlos Castaneda saca este término
(pinches tiranos),
el cual considero tremendamente útil,
y que pocas veces se trata en profundidad dentro del
-Crecimiento Personal-

Encontré este texto suyo, que me gustaría compartir:

—Un pinche tirano es un torturador –dijo-
Alguien que tiene el poder de acabar con los guerreros,
o alguien que simplemente le hace la vida imposible.!

Piénsalo, aquello que nos
debilita, es sentirnos -ofendidos-
por los hechos y malhechos de nuestros semejantes.

Nuestra -Importancia Personal- requiere que pasemos la mayor parte de nuestras vidas ofendidos por alguien..

Cualquiera puede ser un pinche
tirano para nosotros.!

Cada uno tiene su particular pinche tirano, bien sea persona o situación adversa contraria a la propia voluntad, especialmente aquellas en las que el ego se siente afectado y amenazado. Situaciones de maltrato, ofensa, humillación, etc.

El pinche tirano nos hace de espejo, de nuestra -importancia personal-, podemos ver todo aquello que nos hace daño, pero no queremos desapegarnos de ello. El pinche tirano nos hace de resonador de los elementos negativos de uno mismo. Proyectamos nuestros problemas sobre los pinches, los cuales reflejan nuestros propios conflictos.

El problema está en uno, y tiene que ver con la -importancia personal-, cuando ésta es muy grande y no tenemos estrategias para manejar las acciones del pinche tirano, sucumbimos ante él. Pero si nos enfrentamos a los pinches tiranos desde una posición de poder, entonces templaran nuestro -espíritu de guerrero-, y adquirimos -la sobriedad y la serenidad- necesarias para enfrentarnos con el mundo de lo desconocido.

Gracias a estos atributos,
los guerreros se convierten en hombres de conocimiento,
aprenden a ver, haciéndose videntes.!

Mi benefactor siempre decía, que el guerrero
que se topa con un pinche tirano, es un guerrero afortunado.

Su filosofía era, que si no tienes la suerte de
encontrar a uno en tu camino, tienes que salir a buscarlo.. jaja.

¿Cómo mide usted la derrota?
Cualquiera que se une al pinche tirano, queda derrotado.

El enojarse y actuar sin control o
disciplina, el no tener refrenamiento es estar derrotado.


Narración:

-¿Usted encontró a un pinche tirano, don Juan?

-Tuve suerte. Un verdadero ogro me encontró a mí. Sin embargo, en aquel entonces, yo me sentía como tú, no podía considerarme afortunado, aunque mi benefactor me decía lo contrario.

Don Juan dijo que su penosa experiencia comenzó unas semanas antes de conocer a su benefactor. Apenas tenia veinte años de edad en aquel entonces. Había conseguido un empleo como jornalero en un molino de azúcar. Siempre había sido muy fuerte, y por eso le era fácil conseguir trabajos para los que se requerían músculos.

Un día, mientras movía unos pesados costales de azúcar llegó una señora. Estaba muy bien vestida y parecía ser mujer rica y de autoridad. Dijo don Juan que la señora quizá tenía unos cincuenta años de edad, y que se le quedó viendo, luego habló con el capataz y partió.

El capataz se acercó a don Juan, diciéndole que si le pagaba, él lo recomendaría para un trabajo en la casa del patrón. Don Juan le respondió que no tenía un centavo. El capataz sonrió y le dijo que no se preocupara, que el día de pago tendría bastante. Palmeó la espalda de don Juan y le aseguró que era un gran honor trabajar para el patrón.

Don Juan dijo que, puesto que él era un humilde indio ignorante que vivía al día, no solo se creyó hasta la ultima palabra, sino que hasta creyó que una hada benévola le había hecho un regalo. Prometió pagarle al capataz lo que quisiera. El capataz mencionó una considerable suma, que tenia que pagarse en abonos.

De inmediato, el capataz llevó a don Juan a la casa del patrón que quedaba bastante lejos del pueblo, y ahí lo dejó con otro capataz, un hombre enorme, sombrío y de físico horrible que le hizo muchas preguntas. Quería saber acerca de la familia de don Juan. Don Juan le contestó que no tenía familia alguna. Eso agradó tanto al hombre que llegó a sonreír, mostrando sus dientes carcomidos.

Emmanuel Garant - Tutt'Art@ (15)Le prometió a don Juan que le pagarían mucho, y que incluso estaría en posición de ahorrar dinero, porque no tendría que gastarlo ya que iba a vivir y comer en la casa.

La manera como el hombre se rió aterró tanto a don Juan que de inmediato trató de salir corriendo. Llegó hasta la entrada, pero el hombre le cortó el camino con un revólver en la mano. Lo amartilló y lo empujó con fuerza contra el estómago de don Juan.

Estás aquí para trabajar como burro -dijo-
Que no se te olvide.!

Con mucha fuerza empujó a don Juan, y le pegó con un garrote. Lo arrastró a un costado de la casa y después de comentar que él hacía trabajar a sus hombres de sol a sol y sin descanso, puso a trabajar a don Juan, desenterrando dos enormes troncos de árbol cortados.

También le dijo a don Juan que si otra vez intentaba escapar o acudir a las autoridades lo mataría a balazos.

Trabajarás aquí hasta que te mueras -le dijo-

Y después otro indio tomará tu
puesto, así como tú estás tomando el puesto, de
un indio muerto.

Don Juan dijo que la casa parecía una fortaleza inexpugnable, con hombres armados con machetes por doquier. Así que hizo lo único sensato que podía hacer: ponerse a trabajar y tratar de no pensar en sus cuitas. Al final de la jornada, el hombre regresó y, porque no le gustó la mirada desafiante en los ojos de don Juan, se lo llevó a patadas hasta la cocina. Amenazó a don Juan con cortarle los tendones de los brazos si no le obedecía.

MORGAN WEISTLING14En la cocina una vieja le sirvió comida, pero don Juan estaba tan perturbado que no podía comer. La vieja le aconsejó que comiera todo porque tenía que fortalecerse ya que su trabajo jamás terminaría. Le advirtió que el hombre que ocupaba su lugar había muerto el día anterior. Estaba demasiado débil y se cayó de una ventana del segundo piso.

Don Juan dijo que trabajó en la casa del patrón por tres semanas, y que el hombre abusó de él a cada instante. Bajo la amenaza constante de su cuchillo, pistola o garrote, el capataz lo hizo trabajar en las más peligrosas condiciones, haciendo los trabajos más pesados que es posible imaginar. Cada día lo mandaba a los establos a limpiar los pesebres mientras seguían en ellos los nerviosos garañones.

Al comenzar el día, don Juan tenia siempre la certeza de que no iba a sobrevivirlo. Y sobrevivir sólo significaba que tendría que pasar otra vez por el mismo infierno al día siguiente.

Lo que precipitó la escena final fue la petición que don Juan hizo en un día feriado. Pidió unas horas para ir al pueblo a pagarle el dinero que le debía al capataz del molino de azúcar. Era un pretexto. El capataz se dio cuenta y repuso que don Juan no podía dejar de trabajar, ni siquiera un minuto, porque estaba endeudado hasta las orejas por el solo privilegio de trabajar allí.

Don Juan tuvo la certeza de que ahora si estaba perdido. Entendió las maniobras de los dos capataces: estaban de acuerdo para hacerse de indios pobres del molino, trabajarlos hasta la muerte y dividirse sus salarios. Al darse cabal cuenta de todo esto don Juan explotó.

Comenzó a dar gritos histéricos; gritando atravesó la cocina y entró a la casa principal. Sorprendió por completo al capataz y a los otros trabajadores que pudo salir corriendo por la puerta delantera. Casi logró huir, pero el capataz lo alcanzó y en medio del camino le pegó un tiro en el pecho y lo dio por muerto.

Don Juan dijo que su destino no fue morir; ahí mismo lo encontró su benefactor y lo cuidó hasta que se repuso.

Cuando le conté toda la historia a mi benefactor -prosiguió don Juan- apenas logró contener su emoción.

Ese capataz es un verdadero tesoro,
-dijo mi benefactor-
Es algo demasiado raro para ser desperdiciado,
algún día tienes que volver a esa casa.!

Se deshacía en elogiar a mi suerte, de
encontrar un pinche tirano, único en su género, con un
poder casi ilimitado.

Pensé que el señor estaba loco.
Me tomó años entender
cabalmente lo que me dijo en ese entonces.

-Este es uno de los relatos más
horribles que he escuchado en mi vida -dije-.

¿Realmente volvió usted a esa casa.?
—Claro que volví, tres años después.

Mi benefactor tenia razón,
un pinche tirano como aquel era
único en su género y no podía desperdiciarse.

-¿Cómo logró usted regresar?

Mi benefactor ideó una estrategia utilizando los cuatro atributos del -Ser Guerrero-
Control, Disciplina, Refrenamiento y la Habilidad de escoger el momento oportuno.

Don Juan dijo que su benefactor, le explico lo que él tenía que hacer en la casa del patrón, para enfrentar a aquel ogro de hombre, también le reveló que los -Nuevos Videntes- consideraban que habían:
-Cuatro Pasos en el Camino del Conocimiento-

1.- El primero es el paso que dan los seres humanos comunes y corrientes al convertirse en aprendices.

2.- Al momento que los aprendices cambian sus
ideas acerca de sí mismos y acerca del mundo, dan el segundo paso y se convierten en -guerreros-, es decir, en seres capaces de la máxima disciplina y
control sobre si mismos.

3.- El tercer paso, que dan los guerreros,
después de adquirir refrenamiento y la habilidad de
escoger el momento oportuno, es convertirse en
hombres de conocimiento.

4.- Cuando los hombres de conocimiento
aprenden a ver, han dado el cuarto paso y se han
convertido en videntes.

Su benefactor recalcó el hecho, de que don Juan ya había recorrido el camino del conocimiento lo suficiente para haber adquirido un mínimo de los dos primeros atributos: -control y disciplina-.

En aquel entonces, me estaban vedados los otros dos atributos -prosiguió don Juan-. -El refrenamiento y la habilidad de escoger el momento oportuno- quedan en el ámbito del hombre de conocimiento. Mi benefactor me permitió el acceso a ellos a través de su estrategia..

Ese señor no era nada, en comparación con los verdaderos monstruos, que los nuevos videntes enfrentaron durante la Colonia. Todo parece indicar que aquellos videntes se quedaron bizcos de tanta diversión.

Probaron que hasta los Peores Pinches Tiranos
son un encanto, claro esta, siempre y
cuando uno sea guerrero.

Don Juan explicó que:
El error de cualquier persona que se enfrenta
a un pinche tirano, es no tener una estrategia en la cual apoyarse y el defecto fatal es:

Tomar demasiado en serio, los -Sentimientos Propios-
así como, las acciones de los pinches tiranos.

Los guerreros por otra parte, no solo tienen
una estrategia bien pensada, sino que están también
libres de la -importancia personal-

Lo que acaba con su -Importancia Personal-
es haber comprendido que:
-La Realidad-
es una interpretación que hacemos.

Ese conocimiento fue la ventaja definitiva que los nuevos videntes tuvieron sobre los españoles. Dijo que estaba convencido de que podía derrotar al capataz usando solamente la convicción de:

Que los -Pinches Tiranos-
se toman mortalmente en serio, mientras que
-Los Guerreros- no..

Siguiendo el plan estratégico de su benefactor, don Juan volvió a conseguir trabajo en el mismo molino de azúcar. Nadie recordó que él trabajó allí; los peones trabajaban en el molino de azúcar por temporadas.

Ramon-Ward-Thompson3La estrategia de su benefactor especificaba que don Juan tenia que ser esmerado y circunspecto con quien fuera que llegara buscando otra víctima. Resultó que la misma señora llegó, como lo había hecho años antes y se fijó inmediatamente en don Juan, quien tenía aún más fuerza física que la vez anterior.

Tuvo lugar la misma rutina con el capataz. Sin embargo, la estrategia requería que don Juan, desde el principio, rehusara pago alguno al capataz. Al hombre jamás se le había hecho eso, y quedó asombrado. Amenazó con despedir a don Juan del trabajo. Don Juan lo amenazó por su parte, diciendo que iría directamente a la casa de la señora a verla.

Le dijo al capataz que él sabía donde vivía ella, porque trabajaba en los campos aledaños cortando caña de azúcar. El hombre comenzó a regatear, y don Juan le exigió dinero antes de aceptar ir a casa de la señora. El capataz cedió y le entregó algunos billetes. Don Juan se dio perfecta cuenta, de que el capataz accedía sólo como ardid para conseguir que aceptara el trabajo.

Él mismo me llevó de nuevo a la casa -dijo don Juan-. Era una vieja hacienda propiedad de la gente del molino de azúcar; hombres ricos que o bien sabían lo que pasaba y no les importaba, o eran demasiado indiferentes para darse cuenta.

En cuanto llegamos ahí, corrí a buscar a la señora. La encontré, caí de rodillas y besé su mano para darle las gracias. Los dos capataces estaban lívidos.

El capataz de la casa me hizo lo mismo que antes. Pero yo estaba preparadísimo para tratar con él; tenía yo -control y disciplina-. Todo resultó tal como lo planeó mi benefactor. -Mi control me hizo cumplir con las más absurdas necedades del tipo-.

Lo que generalmente nos agota en una situación como ésa, es el deterioro que sufre nuestra -importancia personal-. Cualquier hombre que tiene una pizca de orgullo, se despedaza cuando lo hacen sentir inútil y estúpido.

Con gusto hacía yo todo lo que el capataz me pedía. Yo estaba feliz y lleno de fuerza. Y no me importaban un comino mi orgullo o mi terror. -Yo estaba ahí como guerrero impecable-. -El afinar el espíritu, cuando alguien te pisotea se llama control-.

(c) Laing Art Gallery; Supplied by The Public Catalogue FoundationEncontró que los puntos más fuertes del capataz, eran su osadía y su violencia. (Había balaceado a don Juan a plena luz del día y ante veintenas de espectadores. Su gran debilidad era, que le gustaba su trabajo y que no quería ponerlo en peligro. Bajo ninguna circunstancia intentaría matar a don Juan dentro de la propiedad, durante el día. Su otra gran debilidad consistía, en que era hombre de familia. Tenia una esposa e hijos que vivían en una casucha cerca de la casa).

Reunir toda esta información mientras te golpean se llama -disciplina- -dijo don Juan-. El hombre era un demonio. No tenia ninguna gracia que lo salvara. -Según los nuevos videntes, el perfecto pinche tirano no tiene ninguna característica redentora-.

Don Juan dijo que los dos últimos atributos del ser guerrero, que él aún no tenia en aquel entonces, habían quedado automáticamente incluidos en la estrategia de su benefactor. -El refrenamiento- es esperar con paciencia, sin prisas, sin angustia; es una sencilla y gozosa retención del pago que tiene que llegar.

Mi vida era una humillación diaria -prosiguió don Juan-, a veces hasta lloraba cuando el hombre me pegaba con su látigo, y sin embargo, yo era feliz. La estrategia de mi benefactor fue lo que me hizo aguantar de un día a otro sin odiar a nadie.

-Yo era un guerrero-. Sabía qué estaba esperando y sabía qué era lo que esperaba. Precisamente en eso radica el gran regocijo del ser guerrero. Agregó que la estrategia de su benefactor incluía acosar sistemáticamente al hombre, escudándose siempre tras un orden superior.

El escudo de don Juan era la señora dueña de la casa. Cada vez que la veía, se hincaba ante ella y la llamaba santa. Le rogaba que le diera la medalla de su santo patrón para que él pudiera rezarle por su salud y bienestar.

Me dio una medalla de la virgen -prosiguió don Juan-, y eso casi aniquiló al capataz. Y cuando conseguí que las cocineras se reunieran a rezar por la salud de la patrona casi sufrió un ataque al corazón. Creo que entonces decidió matarme. No le convenía dejarme seguir adelante.

A manera de contramedida, organicé un rosario entre todos los sirvientes de la casa. La señora creía, que yo tenia todas las características de un santo.

Después de aquello ya no
dormía profundamente, ni dormía en mi cama.

Cada noche me subía al techo de la casa.
Desde allí vi dos veces al
hombre, llegar a mi cama con un cuchillo.

016-stunning-portraits-ivan-alifanEl capataz sólo conocía la violencia, con la cual aterrorizaba. Si se neutralizaba su violencia quedaba casi indefenso. Don Juan sabía que el hombre no se atrevería a matarlo a la vista de la gente de la casa, así que un día, en presencia de otros trabajadores y también de la señora, don Juan insultó al hombre. Le dijo que era un cobarde y un asesino que se amparaba con el puesto de capataz.

La estrategia de su benefactor, exigía que don Juan estuviera alerta para escoger y aprovechar el momento oportuno y voltearle las cartas al pinche tirano. Cosas inesperadas siempre suceden así. De repente, el más bajo de los esclavos se burla del déspota, lo vitupera, lo hace sentirse ridículo frente a testigos importantes, y luego se escabulle sin darle tiempo de tomar represalias.

Un momento después -prosiguió don Juan-, el hombre enloqueció de rabia, pero yo ya estaba piadosamente hincado frente a la patrona.

Don Juan dijo que cuando la señora entró a su recamara, el capataz y sus amigos, lo llamaron a la parte trasera de la casa, supuestamente para hacer un trabajo.

El hombre estaba muy pálido, blanco de ira. Por el tono de su voz, don Juan supo lo que el hombre pensaba hacer con él. Don Juan fingió obedecer, pero en vez de dirigirse adonde el capataz le ordenaba corrió hacia los establos. Confiaba en que los caballos harían tanto ruido que los dueños de la casa saldrían a ver lo que pasaba. Sabía que el hombre no se atrevería a dispararle, y que tampoco se acercaría adonde estaban los caballos. Esa suposición no se cumplió. Don Juan había empujado al hombre, más allá de sus límites.

Salté al pesebre del más salvaje de los caballos -dijo don Juan-, y el pinche tirano, cegado por la rabia, sacó su cuchillo y se metió tras de mí. Al instante, me escondí detrás de unas tablas. El caballo le dio una sola patada y todo acabó.

Yo había pasado seis meses en esa casa, y durante ese periodo ejercí los cuatro atributos de ser guerrero. Gracias a ellos había triunfado. Ni una sola vez sentí compasión por mí mismo, ni lloré de impotencia. Sólo sentí regocijo y serenidad. Mi control y mi disciplina estuvieron afilados como nunca lo estuvieron.

Además, experimenté directamente, aunque no los tenía, lo que siente -el guerrero impecable- cuando usa el -refrenamiento y la habilidad de escoger el momento oportuno-.

Mi benefactor explicó algo muy interesante. -Refrenamiento significa retener con el espíritu algo que el guerrero sabe que justamente debe cumplirse-. No significa que el guerrero ande por ahí pensando en hacerle mal a alguien, o planeando cómo vengarse y saldar cuentas.

-El refrenamiento es algo independiente. Mientras el guerrero tenga control, disciplina y la habilidad de escoger el momento oportuno, el refrenamiento- asegura que recibirá su completo merecido quienquiera que se lo haya ganado.

¿Triunfan alguna vez los pinches tiranos, y destruyen al guerrero que se les enfrenta.? -pregunté.

Desde luego. Durante la Conquista y la Colonia los guerreros murieron como moscas. Sus filas se vieron diezmadas. -Los pinches tiranos podían condenar a muerte a cualquiera, por un simple capricho-.

Bajo ese tipo de presión,
los videntes alcanzaron estados sublimes.

Aseguró don Juan que, en esa época, los videntes que sobrevivieron tuvieron que forzarse hasta el límite para encontrar nuevos caminos.

—–
Y tu.. tienes un Pinche Tirano.?
o  Eres un Pinche Tirano.!

El fuego interno.
Carlos Castaneda

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