— Ser mirados —
-Ser explorados por la mirada, es una experiencia que nos puede llegar a inquietar y llenar de desasosiego, cuando no nos consideramos objetos del paisaje-, u otro objeto que se expusiera a la mirada del observador, sin más detenimiento a la vista de un lado a otro. Lo contrario de estas condiciones de anonimato o de estar expuestos sin mayor peligro, es -la mirada escrutadora-, la que se fija por más tiempo y dedicación a nosotros, averiguando qué somos, qué pretendemos ser o que nos gustaría ser.
-La mirada impenetrable-
Cuando vemos aterrorizados que alguien nos está mirando, suponemos lo que tememos, -un desprecio, un rechazo, un asalto, una ocasión de peligro, un temor a lo expuesto, un considerarnos indignos de nuestras aspiraciones-. Es difícil adivinar por la mirada del otro, cual es exactamente su postura frente a nosotros, un angustioso secreto que no despeja nuestras dudas ni tranquiliza nuestras inseguridades.
-La mirada de los adultos que no sonríen tienen este misterio-, que para un niño pequeño que necesita imperiosamente el acogimiento amoroso, pero que no aparece, sino que amenaza de una forma incorrecta y fuera de lugar, por alguna misteriosa razón. Los criterios a lo que obedecen los mayores se escapan al niño, que los observa elevados sobre una cima.
-El poder de la mirada-
Cuando analizamos el poder -penetrante- de la mirada del otro, nos basamos en nuestra propia capacidad de deducción o de imaginación, hasta suponer rasgos de personalidad o estados que tendrían como prueba cada arruga, ceño o pose de la persona observada.
Unos nos parecen personas amargadas,
otras preocupadas, otras risueñas.
¿Cómo vemos al otro?
¿Teniendo un lugar en el mundo,
un papel que hacer, una misión y utilidad?Este es ciertamente la visión que tiene un niño sobre el conjunto de los adultos. Es nuestra percepción la que nos permite leer en la cara, en los gestos y en los trozos de actos que deducimos al mirar.
Sabemos bien cómo contemplamos nosotros a los demás, qué nos gusta, qué nos produce rechazo o admiración. -¿Porqué ir entonces tan a la defensiva, suponiendo que nosotros somos del grupo de los apestados?- Tal vez damos mucha importancia a la belleza, al porte , a la apariencia de seguridad, todo aquello que un buen publicista sabe exhibir para vender un producto.
-La mirada punto de referencia del presente-
Cuando percibimos la realidad externa, eso que damos por supuesto que -está ahí fuera-, el teatro en el que las distintas acciones suceden, en el que colocamos a las demás personas, y en el que nos incluimos a nosotros mismos. La realidad externa que estamos percibiendo ahora es una especie de centro en el que todos los caminos parten, -unos al recuerdo pasado, otros a lo que suponemos que sucederá-, y todo aquello que también damos por supuesto que está ahora mismo a nuestras espaldas o fuera de nuestro alcance.
Al mirar para movernos y desplazarnos por el mundo en el que estamos sumergidos, se basa en captar los trozos temporales de las realidades externas, especialmente -los actos de los demás, e interpretarlos al vuelo correctamente-.
Y lo que la hace particularmente difícil es -la interpretación de las intenciones de los demás-.Se dirá que si bien la interpretación de gestos y escenas mudas es harto imprecisa, en cambio, sobretodo en lo que respecta a los objetivos más importantes, contamos afortunadamente con el lenguaje. El inconveniente del lenguaje sin embargo, a pesar de su enorme potencialidad, es que permite muy fácilmente (mucho más que con los gestos) -mentir, engañar, simular, manipular-.
Las miradas que acompañan lo que se dice, con brillo en los ojos, o veladamente, o una mirada atenta y concentrada, asombrada o triste, colérica o ardiente, todo ese mirar variado enmarca lo que se dice como si pusiéramos título a lo que miramos (tragedia, comedia, intriga…).
Para comenzar, hemos aprendido los nombres de las cosas, particularmente de los sentimientos e intenciones. Con indeseable frecuencia los niños aprenden a ser mirados casi en exclusiva para ser censurados (no hagas eso, no te pongas así, no toques eso).
En otras ocasiones los niños se ven rodeados de adultos mudos que nada comentan, que parecen estar demasiado atareados como para perder el tiempo en minuciosas explicaciones -seguramente debido a nuestra poca importancia-.
Si hemos tenido padres confusos, manipuladores y mentirosos que nos han dicho -que nos adoraban mientras nos maltrataban, nos quitaban amor porque nos querían, nos despreciaban porque lo merecíamos y nada merecíamos por mucho que nos esmeráramos-, ¿no nos han preparado para entender todo al revés, y que si alguien nos maltrata nos parezca en el fondo bueno y si alguien nos abusa es porque no hacemos lo bastante por él?
-La mirada punto de fuga-
-Para lograr ver sin ver-, utilizamos la manipulación de la atención que es como una puerta de entrada de los datos en el procesador central, de modo que cerrando la puerta hacemos que los estímulos externos que recibimos, no pasen más allá de cierto nivel.
La impunidad de ver a nuestro antojo -lo que no se halla delante de los ojos- requiere una exquisita puesta en escena, una falsa atención a los demás puede parecer incluso demasiado intensa. -¿porqué te has quedado mirándome de ese modo?, ¿qué miras con tanto interés?, se preguntan. -Nada-, responde el abstraído, es que me he quedado pensando-.
-Podemos abusar tanto de nuestra capacidad de mirar a medias-, que realmente medio miramos, sin estar nunca donde estamos del todo: la fiesta se convierte en un ruido de fondo, las conversaciones un ronroneo que nos indica que no estamos totalmente solos, aunque tampoco totalmente integrados.
Entornar la vista, nublarla con lágrimas: he aquí otras alternativas, estas con -menos disimulo- que las anteriores, dejar que las lágrimas empañen los ojos, filtrando la luz para hacer contrastar el dolor, la pena o la alegría.
-Mirada crítica-
No es algo inusual que en nuestra educación se haya hecho demasiado énfasis en la -necesidad de observar lo que está mal, defectuoso o erróneo-, de modo que se nos inculca la necesidad de captar al vuelo la imperdonable imperfección de las cosas y personas que nos rodean.
Además el exceso de crítica tiene un efecto bumerang : -ver, o temer ver- en los demás, la misma mirada, pero !dirigida a nosotros!. Tal vez tengamos desarreglado el pelo, ¡horror!, o no combina el color de las distintas prendas, o qué imperdonable seria no saber algo, -(que a lo mejor todo el mundo desconoce menos nosotros)-.
Mientras más criticamos venenosamente, más tememos que ese veneno nos contamine a nosotros. Incluso, podemos sentir tan insoportable, la posibilidad de ser despreciados, descalificados o criticados que el mismo temor nos haga ver en cada sonrisa -una guasa irónica, en cada comentario una velada censura-.
–Mirar con una intención-
En ocasiones intentamos hacer -magia- con la mirada, persuadir, enternecer, disuadir, amenazar o preguntar. La expresión de la cara puede ayudar mucho a interpretar estas distintas intenciones de provocar un efecto. Pero es que también podemos desear y pretender, que a través de la mirada ese deseo se apodere del otro.
En esa mirada, puestos a abusar de su magia, también podríamos especular que es capaz de -hacer el mal, de provocar mala suerte-, como si esa forma malévola de posar la vista, contagiara con -el mal de ojo- al mirado.
–La mirada y la vergüenza-
Es difícil armonizar las expectativas que tenemos, con lo que de golpe nos sobreviene al vernos mirados por otros.
Los niños pequeños son capaces de experimentar esta inadecuación, desde edades muy tempranas, cuando confiados, encaran una ilusión de encontrarse con una cara familiar, y en cambio tropiezan con la de un desconocido.
Los padres la coartan esgrimiendo intereses más amplios: -A ver, Juanito, da un beso a tu tía Felisa-. Ese beso, arrancado a la fuerza, no será el mismo que el efusivo que se hubiera dado, de mediar una mayor confianza. Tia Felisa, esa desconocida, de pronto es elevada a categoría de íntima por arte de recomendación o de autoridad.
Ocurre en algunas ocasiones que estas actitudes que provocan vergüenza, son deliberadas en vez de casuales. Entonces hablaremos de -abochornadores y avergonzadores, que abusan del factor sorpresa o comprometedor- para disfrutar del efecto que suscitan y sacar una ventaja de ello (habitualmente sentirse superiores).
Una lista de ideas útiles para afrontar los distintos tipos de vergüenza es:
-Amedrentar al abochornador- descalificando su actitud (aunque nos estemos muriendo de vergüenza). Por ejemplo decir, -no me parece correcto que me ridiculices en público, cosa que ni a tí ni a nadie le gusta que le hagan-, esto dicho preferiblemente delante del mismo público en que ha tenido lugar el evento.
-Defenderse, pero suavizando o normalizando en lo laboral-, a continuación en las situaciones ambivalentes: -No me gusta que mezcles el galanteo con el trabajo, ya que además de no gustarme me molesta-. Por cierto, ¿qué opinas del trabajo que te entregué?, me gustaría que me dieras la opinión.
-No duplicar la vergüenza, considerándola una emoción normal- que una persona normal se puede permitir, –(mientras que -don perfecto(a)- no)-. En esta emoción, lo importante es que sea seguida de la acción adecuada (es decir, no huir o retirar la vista).
-Lo antes posible, hacer algo-, (romper el silencio) que resuelva la tensión interna y la expectativa pasiva del que nos mira: preguntar, opinar, sugerir, etc.
-Si el que nos mira tiene derecho a mirar-, (aunque sea con cierto grado de descaro o inadvertencia censurable) -aceptar ser -paisaje- visual para el otro – en vez de sentirnos analizados como en un examen. -La libertad no nos la tienen que otorgar los demás, sino que la cogemos nosotros de inmediato, bien mirando a los ojos del que nos mira, para ponerle en evidencia, bien mirando a otra parte con descaro, otorgándonos también el placer del descanso y sobretodo, disminuyendo la capacidad del mirador, de ser lo bastante importante como para importarnos-.
-Considerar que somos invisibles y que seguimos conservando el control de nuestra privacidad-. Ni el que nos mira sabe nada de nuestra intimidad, ni tampoco nosotros sabemos nada de lo que piensa, podría estar considerando en ese momento, por ejemplo, qué día ir al dentista, en vez de si nuestro aspecto resulta adecuado).
-Tolerar la curiosidad que podemos producir en los demás por nuestra belleza, atractivo, estética u objetos que llevamos-. Esa curiosidad, que sería temible si fuera la de un ladrón, que calibra la posibilidad de quitarnos una cadena de oro o la cartera.
-Fracaso de reprimir la mirada-
Ocurre que nuestra mirada errática mira incluso, como si alguien nos sorprendiera mirando, y pudiera ser mal interpretado.
Se dirá que lo único que tiene que hacer esa persona a la que le ha entrado esta malévola duda, -es averiguar si realmente mira más de lo debido, lo que no debería mirar-.
La persona puede entrar en estado de congoja y alarma, como si una enajenación estuviera en proceso de poseerla. Lógicamente intentará, para recuperar la paz perdida, reprimir las miradas que tanto le perturban. -Pero, ¿lo conseguirá?. ¡No!.
Cuando miro una cara, -¿cómo sé que esa cara pertenece a la persona que creía hasta hoy que era? ¿No podría ser esa persona hija de otros padres? ¿Y si esa persona fuera sincera, no tendría yo quizá otra actitud distinta, por ejemplo si me enterara que en realidad es familia secreta de alguien que odio o me repugna?-
Si alguien que parece buena persona me dijera que es un violador, tal vez le retiraría la palabra, por lo tanto, -¿cómo se yo, que hablo con quien me parece que hablo? ¿cómo sé yo, si no debería estar más desconfiado, con mayor frialdad, o incluso con hostil distanciamiento?-.
-La misma hipótesis de que lo que es, no es-, vuelve extraña la visión de los rostros, que en las diversas hipótesis contaminan los verdaderos rasgos, haciéndolos confusos y fantasmagóricos.
Me asomo a un puente y veo las aguas turbias, imaginándome, qué pasaría si cayera en ellas, si me ahogaría o sabría salir en el último instante. -Pero esa caída que he visto, sin verla realmente suceder, ¿qué es? ¿Es una oscura atracción del abismo, que de pronto se instala sin mi beneplácito? ¿Se trata acaso de una premonición de un posible suicidio?-.
Da escalofríos: -luego esa imagen hay que apartarla, reprimirla-.
-Cada vez que atraviese ese puente, o me asome a una ventana, o divise un paisaje acantilado, la idea intrusa se me impondrá, para demostrarme ofendida, su indignada protesta por intentar hacerla desaparecer-.
Asistencia Psicólogica Ramón Llull
Jose Luis Catalan Bitrian 2002-02-04Artista-Cuong-Al Saralis
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